El desarrollo correcto de nuestros procesos mentales depende de lo que
comemos y bebemos. Las células cerebrales se conectan entre si mediante sustancias
químicas concretas, en su mayoría, por proteínas. La leche y sus derivados,
así como el yogurt, el Queso otros, proveen de proteínas para el cerebro. La
carne, el pescado y el pollo son esenciales para los procesos de
concentración, memoria y creatividad. Si un estudiante se llena de harinas
(galletas, panes, pastas, etcétera) engorda pero no favorecería su desarrollo
cerebral. El cerebro necesita unas dosis mínimas de
azúcar. Cuando estamos dormidos, el hígado proporciona esa cantidad, dado que el cerebro no almacena azúcar.
Pero si en el desayuno no ingerimos lo adecuado, la concentración no
aparecerá hasta que
no comamos. Los
estudiantes que asisten
al colegio sin desayunar, usan su reserva de glucosa, lo que a menudo les impide resolver los problemas y mantenerse
concentrados en clase. Si no se desayuna correctamente, el
organismo da al cerebro esos azúcares que necesita, y mientras esto pasa, el
cerebro “no responde”, al menos como lo haría de forma habitual. Si
se toma un desayuno lleno de azúcares o de harinas, a media mañana habrá una
reacción semejante a un efecto rebote, lo que provocará una caída del
rendimiento intelectual. Pueden producirse, además, dolor de cabeza, sudor
frío, sensación de mareo y visión borrosa. Un buen desayuno nos ayuda a que las
neuronas estén más activas durante la mañana, transforman rápidamente lo que
ingerimos. Para eso hay que desayunar con leche o sus derivados, algo de
carne, jugos de frutas frescas. Se deben evitar los refrescos azucarados, las
bebidas cola, el chocolate y los dulces. |